Bobb
pareció dudar, pero no le culpé. Para mí también sería la
primera vez que besaba a alguien y no imaginé que sería con un
Antrass. ¿Y si al final todo resultaba ser un sueño, como pensé en
un principio, y aquel beso no llegaba a producirse realmente? En ese
caso quería tener esa sensación permanente en mis labios, aunque no
fuera capaz de recordar nada más.
Porque
sabía que no me arrepentiría de lo que estaba a punto de suceder.
—Davina…
Sus
labios precipitándose sobre los míos mientras pronunciaba mi
nombre. La sombra que se dibujaba en su rostro a medida que iba
bajando. Su respiración cálida y entrecortada. Y mi corazón
palpitando como loco por él.
—Bobb…
Atrapó
mi boca entre sus labios, mordisqueando los míos con suavidad.
Suspiré y mis manos se aferraron a sus hombros con fuerza. No quería
que se separara de mí ni aunque llamaran a la puerta. Quería
ahogarme en su boca, sentirme adorada por ese ser hermoso que se
había adentrado en mi corazón. Mis pulsaciones aumentaron con tanta
brusquedad que pensé que llegaría a morirme en sus brazos. Me
aferré a su pelo y él a mis caderas. Cuerpo contra cuerpo. Lengua
contra lengua.
Hasta
que llamaron a la puerta.
—No…
—susurré sobre sus labios.
—¿Y
si…? —Intentó preguntar, pero estaba claro que no quería
separarse de mí tampoco.
Volvieron
a llamar. Y otro golpe, seco, sin eco.
Finalmente
nos separamos con resignación, pero antes de acercarnos para ver
quién nos había interrumpido, nuestras miradas se encontraron y
recuperamos el aliento antes de abrir. Ambos nos sorprendimos al
encontrar al tabernero, Fred, tras ella. Su rostro estaba magullado y
el pelo revuelto, lo que no iba en consonancia con la imagen que
solía presentar ante sus clientes.
—¿Qué
ocurre? —pregunté un poco malhumorada.
Fred,
lejos de responder, se adentró en la habitación y cerró la puerta
con brusquedad. Por un instante, me pareció ver una chispa roja en
sus ojos que me hizo retroceder. No llegué muy lejos, pues choqué
con el cuerpo del Antrass.
—Sé
quién eres, Elegida
—Su voz no era, ni por asomo, la misma que recordaba del tabernero.
Era mucho más ronca e indefinida. Me temía lo peor y parecía no
ser la única, pues Bobb me agarró por los hombros. Aquel gesto me
hizo sentir mucho mejor—, y déjame decirte que no conseguirás tu
propósito. Mi señor no consentirá que lo lleven de vuelta a su
reino. Por eso estoy yo aquí, para cumplir el cometido que se me ha
encomendado. Estoy aquí para matarte.
Fred
levantó los brazos en mi dirección, pero antes de que pudiera
reaccionar correctamente, Bobb se antepuso dejándome tras él.
—No
lo hagas, te va a matar y solo me quiere a mí —El miedo volvió a
apoderarse de mi cuerpo.
Pero
no me hizo caso. Parecía muy concentrado, aunque no pude verle bien
la cara. Lo que sí pude ver fueron sus brazos ascender hasta su
cabeza, juntarse allí arriba y, tras pronunciar unas palabras que no
entendí, bajar de nuevo hasta Fred con rapidez. La sorpresa fue
mayúscula cuando vi salir una luz blanca de la palma de sus manos e
impactar sobre el cuerpo rechoncho del tabernero.
—¡Vamos!
Tenemos que salir de aquí.
Bobb
me agarró de la mano y tiró de mí hasta la puerta. La abrió y
cerró con brusquedad antes de aporrear la puerta de Nico. Mientras
abría, explicó:
—Permanecerá
quieto durante el tiempo justo, si Nico se aligera, para que nos
marchemos de aquí.
Mi
rostro aún debía mostrar asombro, o quizá temor, pues posó sus
manos sobre mis mejillas y me miró a los ojos.
—No
te pasará nada mientras yo esté contigo —aseguró.
Entonces
Nico abrió la puerta.
—¿Qué
pasa, chicos?
—¡Tenemos
que irnos! ¡Ya! —respondió Bobb.
—Pero…
El
Antrass puso los ojos en blanco y también agarró a Nico por las
muñecas. Los tres salimos corriendo fuera de la taberna sin mirar
atrás. Ni siquiera pensamos en la posibilidad de que nos dejáramos
por el camino algunas pertenencias. Pero el paje llevaba su bolsa
mágica, por lo que no teníamos de qué preocuparnos. Al menos lo
más importante seguía con nosotros.
—♦♦♦♦—
Nos
alejamos del pueblo y de todo rastro de civilización, pero eso no
nos garantizó que la bestia también pudiera rondar esos parajes que
nuestros pies iban dejando atrás. Tal vez nos hubiera seguido y nos
vigilara entre las sombras.
Caí
en la cuenta de que aún no nos habíamos cruzado con la bestia real.
—Chicos,
me temo que nos hemos equivocado de bestia. El monstruo que estamos
buscando aún no se ha dejado ver… ¿Recordáis el brillo de las
pulseras? Cuando apareció el monstruo se tornó roja, lo que indica
peligro. En ningún momento vi que el color cambiara a amarillo, que
es el que nos indicará que estamos ante lo que buscamos.
—¡Es
verdad! —exclamó Bobb— El Oráculo me dijo lo mismo cuando subí
a verle. Supongo que nos cegamos por el peligro que suponía estar
ante un ser de esas características.
A
pesar de esa conclusión tan desesperanzadora y de la conversación
importante que manteníamos los tres (aunque Nico aún no hubiera
intervenido), mi mente empezó a jugarme malas pasadas. Las imágenes
de lo ocurrido antes de la aparición del tabernero aparecieron sin
más. Sin aviso previo. Sin anestesia para el corazón. Cerré los
ojos con fuerza sin que me importara demasiado que ambos se
preguntaran el motivo de ese gesto. Cuando volví a abrirlos había
conseguido tranquilizarme, pero los dos me miraban confusos.
Sin
embargo, y para mi sorpresa, ninguno dijo nada.
Continuamos
el camino sin un rumbo fijo ni palabras que dificultaran nuestra
presunta concentración. Lo único que se extendía ante nosotros era
tierra y más tierra salvaje, pero nada comparado con ese bosque en
el que tenía miedo de perderme sin Bobb a mi lado. No había ningún
lugar donde poder esconderse y observar.
Hasta
que nos encontramos con un barranco y, bajo él, el mar. El reflejo
del firmamento y el brillo del agua me hicieron pensar en la
preciosidad que mis ojos estaban teniendo la oportunidad de observar.
Ni siquiera en la Tierra estaba segura de poder encontrar un lugar
así. Tuve la tentación de buscar un camino por el que bajar para
introducirme en el agua, pero la silueta de un enorme barco pirata y
su tripulación me detuvieron. Retrocedimos para que no nos vieran,
no estábamos seguros de si eran buenos
o malos.
¿Existían
los piratas buenos?
—El
capitán debería creernos a nosotros y no al hipócrita de Kan. Si
supiera que está planeando un motín para hacerse con el barco no le
protegería tanto.
—Nunca
nos creerá, Thomas. Él lleva muchos años al servicio de Barba
Azul.
Dos
voces masculinas discutían en la distancia. El pánico se adueñó
de nosotros, que nos miramos sin saber qué hacer. Las voces iban
acercándose cada vez más y nosotros no teníamos ningún lugar tras
el que escondernos.
Estábamos
perdidos.
Ya
veía sus cabezas conforme sus cuerpos avanzaban por el camino que
conducía al barranco. Al llegar arriba, apoyaron las manos sobre sus
rodillas, flexionando el cuerpo al hacerlo, para recuperar las
fuerzas. O eso supuse. Después volvieron su mirada hacia el frente y
avanzaron hacia nosotros sumidos en su conversación. Esa en la que
el capitán de su barco confiaba más en el tal Kan que en ellos.
Pasaron por delante nuestra y ni se inmutaron, pero hasta que no
desaparecieron de nuestra vista no fui capaz de soltar todo el aire
que había retenido en mis pulmones. Respiré hondo y miré a mis
compañeros, cuyas caras mostraban pánico hacia algo que yo aún no
había alcanzado a ver. Poco a poco me giré y, con el rabillo del
ojo, distinguí una figura que no me esperaba.
Ante
mí había una persona con rostro de mujer y atuendo pirata que me
observaba con una sonrisa socarrona. El pelo parecía estar recogido
en una coleta y oculto bajo el gran sombrero de ala ancha que
ensombrecía su rostro. La camisa blanca sobresalía frente al corsé
negro que subía sus pechos y la chaqueta burdeos remangada hasta la
mitad del antebrazo. Los pantalones del mismo color de la chaqueta
ocultaban el bajo dentro de unas botas negras de cordones bien
anudados con un pequeño tacón.
Me
encantaba su forma de vestir.
—¿Quién
eres tú? —pregunté tras el escrutinio inicial.
—Mi
nombre es Jackie y soy capitana del Martirio de Eris. Soy la Reina de
los Piratas y acabo de salvaros de ser esclavos de Barba Azul, un
enemigo natural de la Corte de los Piratas. Habéis sido bendecidos
por Poseidón pues, de otra forma, jamás habríais obtenido mi
protección. Sé reconocer a los que son tocados por los Dioses desde
lejos.
No
encontré palabras con las que expresar lo que sentía en ese
momento, y mis compañeros parecían estar sufriendo lo mismo.
Ninguno de los tres habló, mientras que Jackie mantenía la misma
sonrisa en su rostro.
—No
os habrá cortado la lengua Medusa para echarla sobre los tiburones
¿verdad? —Volvió a hablar en vista de que nosotros no nos
pronunciábamos.
—Disculpe
por nuestro silencio, Majestad. No esperábamos tal honor —dijo
Nico.
Jackie
puso los brazos en jarras y soltó una carcajada muy sonora.
—Por
favor, no me tratéis como si fuera una reina de las
de verdad.
Solo soy quien controla que las normas del mar se cumplan. ¿O creéis
que los piratas nos dedicamos solo a robar sin importar de quién o
dónde provenga el oro? ¡No, señor! También tenemos nuestro código
de honor.
—Pero
¿cómo lo has hecho? ¿Cómo has conseguido que esos piratas no nos
descubran si estábamos a la vista de cualquiera?
Avanzó
dos pasos para acercarse más a nosotros. Me moría de curiosidad por
saber qué ocurría en este reino realmente y cómo eran estos
piratas. Algo me decía que no eran como los convencionales…
—Será
mejor que vayamos a un lugar seguro, aquí pueden terminar
descubriéndonos.
Nos
guió por un sendero que escapó a mis ojos con anterioridad. Sin
embargo, al fijarme con mayor precisión, me percaté de que en
realidad no existía. Conforme avanzábamos por él, desaparecía,
como si mantuviera algo oculto que solo Jackie y sus acompañantes
pudieran ver. Bajamos hasta una playa desierta en la que había un
barco. De no ser por la bandera pirata que ondeaba al viento, hubiera
podido pasar fácilmente por uno normal y corriente. Nos condujo
hacia una escalera por la que podríamos llegar a la cubierta y nos
animó a seguirla. Cuando llegué arriba y observé lo que nos
rodeaba, quedé maravillada. Nunca dejaría de sorprenderme con las
cosas que descubría. La tripulación esperaba en fila mirándonos
con atención, seguramente sin saber por qué estábamos allí.
—Chicos,
os presento a los que han sido tocados por Poseidón. Están aquí
para llevar a cabo una misión, así que será mejor que les tratéis
bien.
Para
no haberle contado nada, sabía demasiado, aunque por el momento no
me preocupaba. Parecía formar parte del colectivo de piratas buenos.
Miré a mis compañeros y ellos parecían tan impresionados como yo,
por lo que deduje que ninguno de ellos, en un descuido mío, habría
hablado más de la cuenta por el camino.
—Acompañadme
a mi camarote, por favor —dijo Jackie mirándonos a los tres.
Sin
demora, la seguimos a través de la puerta de cubierta que conducía
a los camarotes de la tripulación y de la capitana, y tras
introducirnos en el de la Reina de los Piratas, tuve que contener mi
sorpresa.
No
había lugar a dudas de que yo no era de por allí.
Jackie
cerró la puerta y nos ofreció tomar asiento antes de empezar.
—El
Reino Pirata no es como os muestran en los libros, humana.
—¿Cómo
sabes que…?
—Se
te nota a leguas, tienes un aura que te rodea y que es fácil de
identificar. A menos que no formes parte de los elegidos por
Poseidón, en ese caso no verás nada. Tú has sido tocada por la
mano de una fuerza mayor que te ha encomendado una misión ¿no es
así?
—¿Qué
son los elegidos de Poseidón? —Mi curiosidad me impidió responder
a la pregunta de la pirata.
—Somos
piratas con un don. La magia recorre todo nuestro ser y fluye como si
siempre hubiera sido parte de nosotros… Aunque en realidad siempre
ha sido así, desde nuestro nacimiento. Somos capaces de ver incluso
un posible futuro, que va cambiando conforme se van tomando
decisiones —Su explicación parecía razonable, aunque me costaba
mucho creer que hubiera piratas con poderes mágicos. Como si eso
fuera lo más raro que había visto desde que estaba en aquel
universo paralelo—. Entonces ¿es cierto lo que digo?
—Sí,
aunque no sé qué fuerza mayor pudo encomendarme esta misión…
—respondí.
—¡Lo
sabía! Mis visiones no han cambiado desde que empezaste a aparecer
en ellas y supuse que todo marchaba viento en popa. Me alegra saber
que es así —Sonrió—. Ahora os enseñaré el lugar donde podréis
dormir.
—♦♦♦♦—
Esa
misma noche me obligué a mí misma a dormir. Tenía que descansar si
quería tener los sentidos en busca forma para buscar a la bestia.
Jackie había prometido ayudar en todo lo posible, ofreciendo también
a su propia tripulación para la búsqueda. Pero yo no quería
involucrar a más gente, demasiados éramos ya teniendo en cuenta que
la Reina de los Piratas se había empeñado en ayudarme.
Coloqué
ambos brazos tras la cabeza y observé el techo del camarote donde
dormíamos los tres. Solo había una cama y, en un acto de
caballerosidad, ambos me concedieron dormir en ella. Suspiré
sonoramente sin dejar de pensar en una escena en concreto. Me sentía
introducida en un libro de fantasía y romance de los que me gustaba
leer en casa, sentada junto a la ventana o frente a la chimenea. Pero
aquello que sentía era tan real que no podía compararlo con lo que
sentía al leer. Entonces, una incógnita llegó a mi mente para
quedarse.
¿Qué
pasaría cuando todo acabara?
Era
consciente de que mi tiempo en aquel lugar era limitado, que tenía
que regresar y que debía volver a mi vida normal, pero no quería
alejarme de lo que estaba conociendo de ese mundo ni tampoco quería
olvidar a Bobb por obligación. Porque una vez regresara, no habría
vuelta atrás.
Cerré
los ojos con fuerza intentando regresar al presente. No había nada
que me atara en mi mundo, pero tampoco pertenecía a aquel en el que
me encontraba. Solo estaba de paso por una misión impuesta que
decidí llevar a cabo por no dejar desamparados a todos los que
dependían de mí.
—Davina
¿estás despierta?
Abrí
los ojos rápidamente y lo primero que vi fue el rostro de Bobb.
—¿Qué
pasa?
Mis
mejillas ardían sin motivo.
—¿Te
he despertado? —insistió, pero yo moví la cabeza hacia los lados
para indicar que no había sido así— ¿Te importa si hablamos un
rato? No puedo dormir.
—Claro
—Hice sitio a mi lado para que pudiera meterse en la cama y así
pudiéramos hablar tranquilamente sin temor a despertar a Nico—. ¿A
que es cómoda la cama?
—Lo
raro es que no puedas dormir —susurró, moviéndose a mi lado.
—Es
que estaba pensando en muchas cosas, y cuando eso pasa me cuesta
dormir. Hacía mucho que no dejaba que mis pensamientos se perdieran
en el valle de mi mente…
Giré
mi cuerpo hacia él para poder mirarlo y descubrí que él ya se
había colocado así antes.
¿Cuánto
tiempo llevaba transformado?
—Bobb
¿cuánto tiempo llevas así? —pregunté preocupada.
—Pues
no lo sé, pero estoy bien. No te preocupes de más, demasiado tienes
encima como para tener que pensar en mi salud.
—Pero
me importas. Jamás podría dejar de preocuparme de ti… —Y
entonces recordé que debería volver a mi hogar sin él— Aunque yo
esté en la Tierra y tú en el Reino de los Tres Reyes.
Miré
hacia otro lado, pero él se encargó de que mis ojos volvieran a
encontrarse con los suyos.
—No
pienses ahora en eso, tienes una misión que cumplir y, cuando
cumplas tu objetivo, ya veremos lo que pasará. Por el momento,
concentrémonos en buscar al monstruo y en vivir lo que estamos
sintiendo.
Rocé
sus labios con mis dedos. No debía ser tan diferente besar a un
humano, pues aunque su aspecto era distinto al nuestro, compartía
facciones con nosotros. Su piel parecía estar hecha de tronco de
árbol, pero no dañaba a la hora de establecer contacto con ella.
Hipnotizada
por sus labios, vi cómo tomaba mi mano con la suya y mantenía mi
mano sobre ellos para depositar un beso sobre ella. Todo parecía
revolverse aún más en mi interior tras ese gesto.
CAPÍTULO 14 »
¡Espero que os haya gustado! Siento mucho haber tardado con este capítulo (hacía tiempo que lo tenía escrito >.<), pero siento mucho más tener que pausarla hasta la vuelta de vacaciones (al igual que el resto de historias que escribo en el blog). Por suerte, durante el verano podréis poneros al día con cualquiera (o todas) de ellas.
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