Ficha técnica | Capítulo 1 | Capítulo 2 | Capítulo 3 | Capítulo 4
El
abrazo duró escasos segundos, pero no por incomodidad, sino porque
Nise parecía un poco más calmado. Nuestros rostros quedaron a pocos
centímetros y sus manos sobre mi cintura. Nos miramos mutuamente.
Sus ojos verdes parecían querer hechizar mi alma.
—Gracias
por... el abrazo. Me ha ayudado mucho —dijo él, colocando su mano
derecha sobre la nuca.
—No
ha sido nada —respondí separándome definitivamente de él.
Durante
un corto período de tiempo ninguno de los dos fue capaz de hablar.
Me sentí confusa, perdida entre aquello que no sabía si sentía,
debía sentir o solo lo pretendía. Nise solo me miró con cierto
interés, como si en mi rostro pudiera descifrar la clave de algún
misterio.
—En
realidad yo venía a avisarte para que vayamos a desayunar —comentó
Nise, esbozando una pequeña sonrisa.
Asentí
y volvimos a observarnos con detenimiento. Todo estaba siendo muy
extraño.
—Será
mejor que me vista... —dije bajando la mirada.
—Te
dejo sola, entonces.
Y
Nise se marchó de la habitación, cerrando la puerta tras de sí.
Inspiré hondo varias veces antes de buscar algo adecuado en el arcón
o el armario. No estaba segura de que mi atuendo fuera adecuado para
andar por aquellas calles sin llamar la atención. Aunque podría no
encontrar algo de mi talla debido a las formas cambiantes de mis
anfitriones, hice lo posible por hallar la prenda adecuada. Rebusqué
en ambos muebles hasta que encontré una especie de vestido verde que
parecía hecho con hojas, pero a la vez bastante resistente. O al
menos, eso quería pensar. En la parte baja del armario encontré
unas sandalias a juego con aquel vestido y no dudé en ponerme todo
lo más rápido posible.
Cuando
salí al encuentro de los demás, que se encontraban en la sala donde
el día anterior se hicieron las presentaciones, todos se quedaron
mirándome con la boca abierta.
—No
sé si debí... —empecé a disculparme.
—¡Tonterías!
—exclamó Wind— Además, hace tiempo que no me pongo ese vestido.
Te queda mejor a ti.
Recorrí
con mi mirada a todos los comensales deteniéndome en la mirada
embobada de Nise. Sonreí y me senté a su lado, pues no había otro
lugar disponible donde poder hacerlo. «¿Casualidad...?
No lo creo» pensé.
—Estás
muy guapa, Davina —susurró Nise a mi lado.
Observé
a mi alrededor pero, al parecer, cada uno estaba a lo suyo comiendo o
conversando con los que tenían al lado. Dirigí mi mirada hacia el
plato y descubrí dos partes de frutas diferentes que tenían muy
buen aspecto. Intuí que dos de ellas eran las que yo conocía como
melocotón y pera, pero las otras dos no tenía ni idea de qué
equivalencia tenían con mi mundo. Quizá, ni siquiera existieran
allí.
—Dime,
mi niña, ¿has tomado ya una decisión? —preguntó Ri, clavando su
mirada violeta sobre mí.
Todas
las miradas se volvieron hacia mí y, por si fuera poco, todos
dejaron el desayuno esperando mi respuesta. ¿Qué debía contestar?
¿Qué sí, pero que no era la que esperaban? ¿Que aún no había
pensado en ello? Observé a todos deteniéndome en cada uno de ellos
por unos segundos hasta que, de nuevo, mis ojos se clavaron en los de
Nise. Bajé mis manos a mi regazo y, como si algo le impulsara, él
bajó la suya con discreción para tomar mi mano derecha. Su apretón
me dio la fuerza que necesitaba para responder finalmente:
—Sí.
Os ayudaré.
—♦♦♦♦—
Después
de desayunar, Nise –de nuevo en su forma pequeña– y yo nos
dirigimos al castillo de nuevo. Debíamos comunicar aquella gran
noticia a los tres reyes. Él prometió que al día siguiente yo
tendría una respuesta y, si lo pensaba con detenimiento, tenía
razón. Aunque no se aventuró a apostar alto con cuál sería
exactamente, pero no hacía falta. Estaba segura de que él confió
hasta el último momento en que sería afirmativa.
Nada
más llegar y presentarnos ante ellos, no hizo falta que dijéramos
nada para que ellos supieran por qué habíamos ido y cuál era
nuestro mensaje.
—Nos
alegra saber que has tomado la decisión correcta —dijo Baltasar en
nombre de los tres—. Estamos seguros de que te irá bien en tu
misión ¿verdad?
Melchor
y Gaspar asintieron.
—Sin
embargo, tengo una condición que poner. Nise —le señalé—.
Digo, Bobb, quiero que me acompañe.
—Sabíamos
que pondrías esa condición —dijo Gaspar con una sonrisa—. No te
preocupes, será como tú quieras. Al fin y al cabo, no podemos
obligarte a que vayas sola. Nadie puede.
—¡Sería
una misión suicida! —añadió Melchor, llevando ambas manos a su
cabeza.
A
mi lado Nise reía en voz baja, como si quisiera reprimir una
carcajada más sonora. La situación, desde mi punto de vista, era un
poco surrealista. Melchor tenía razón con sus palabras, aunque tal
vez mi compañero se riera por otro motivo diferente.
—Soy
consciente de ello —respondí, intentando reprimir una pequeña
risa. Nise aún seguía queriendo evitar reírse sin éxito—. Por
eso quiero que él me acompañe.
Y
no quería a nadie más porque era el único en el que podía confiar
y, por mucho que quisieran que me acompañara alguno de sus pajes, no
tenía sentido que se vieran desprovistos de sus ayudantes. Aunque
ellos no pensaban igual que yo.
—De
todas formas, permite que te ofrezca la compañía de mi paje Nico
—sugirió Baltasar, aunque más que una sugerencia parecía una
imposición.
—Me
niego. Tendrá cosas mejores que hacer que acompañar a una
desconocida...
—Te
equivocas —rebatió Baltasar—. Además, está deseando conocerte.
Un
momento, un momento. ¿Que Nico, el paje que llevaba tanto tiempo
deseando que apareciera de manera mágica en mi vida para poder
conocerlo, tenía ganas de saber quién era yo? No podía creerlo.
Baltasar
dio dos palmadas y, por la única puerta que había a su izquierda,
salió un chico moreno vestido como todo un miembro de la nobleza.
Como si fuera uno de los príncipes de aquel castillo. Su sonrisa,
que no disminuyó en ningún momento, se acrecentó cuando nos vio en
el centro de la sala. Sin esperar ninguna orden de su rey, se acercó
a mí.
—Tenía
muchas ganas de conocerte, Davina.
Me
sorprendió ver cómo levantaba mi mano derecha y depositaba segundos
después un beso en el dorso. Era tan caballeroso como recordaba...
Aunque nada me aseguraba que fuera tal y como la autora mostró en su
libro que era.
—Encantada...
Miré
de reojo a Nise, quien había optado por mirar hacia otro lado.
Parecía que era una escena de esas en las que la chica va a ser
presentada al príncipe que quiere cortejarla. La típica que solo se
vive en los cuentos de hadas que se leen en la adolescencia, aunque
yo nunca había leído una novela de ese calibre.
Además,
no me gustaba que el príncipe fuera tan egocéntrico como para
pensar que con solo mirarle la chica se enamorará de él. ¿No
debería ser diferente? ¿Al revés, tal vez?
Abrí
la boca para decir algo cuando me percaté de que todos me miraban.
Había fruncido el ceño ante mis pensamientos anteriores.
—Me
parece que vas a tener que aguantarme durante todo tu viaje —dijo
Nico despreocupado.
—No
creo que sea para tanto, seguramente me ayude tu presencia más de lo
que crees.
—Pues
no se hable más, chicos. Mañana partiréis todos al amanecer.
Así
que tendría que esperar otro día para poder comenzar con aquella
misión desconocida.
—No
os olvidéis de ir a visitar antes al Oráculo para que pueda
proporcionarte las respuestas que necesitas —nos recordó Gaspar,
aunque más bien parecía que la advertencia iba dirigida
directamente a mí.
—No
lo olvidaremos —Fue Nise quien respondió en mi lugar. Después
añadió—. ¿Dónde nos vemos mañana, Nico?
Su
tono de voz sonaba mucho más distante cuando se dirigió
directamente hacia el joven paje. Aunque o no pareció notarlo, o
hizo caso omiso.
—¿Os
parece bien en la puerta de mi hogar? Quizá necesitemos algunas de
mis cosas para el viaje...
Nise
me miró esperando una respuesta. Yo asentí y él hizo lo mismo
después.
—Entonces
allí nos vemos. Confío en que Bobbeley sepa guiarte bien por los
terrenos hasta mi hogar —Me guiñó un ojo y yo no supe qué
pensar. Eso sí, removió demasiado mi interior—. Nos vemos mañana.
Dio
media vuelta y se marchó por donde había venido. Nise y yo salimos
del salón del trono y no intercambiamos palabras hasta que salimos
del castillo.
—¿Quieres
que te enseñe un poco más de la ciudad? —Sonrió.
—Estaba
deseando que me lo preguntaras.
Nise
volvió a cambiar de tamaño y, cuando su transformación terminó,
me agarró del brazo y nos fuimos en dirección a la ciudad.
4 opiniones
Sigue escribiendo porque es genial....
ResponderEliminarme quedo por aquí.
Por cierto, aquí te dejo mi blog: http://libros-mundanos.blogspot.com.es/
Nos seguimos y leemos!
Muchas gracias y besitos:)
Muchas gracias, me alegra saber que te gusta.
EliminarEn un rato me paso por tu blog ;)
Saludos.
Ole te esta quedando precioso.
ResponderEliminar¡Muchas gracias, Ana! ^^
EliminarFicción Romántica te informa de que tus datos personales recogidos en este formulario serán tratados únicamente para poder mostrar el comentario que envíes y solo estarán almacenados en Blogger (Google) para ese fin. Si quieres leer su política de privacidad, haz clic en el anterior enlace. Si no introduces los datos que aparecen en el formulario es posible que no puedas comentar en el blog. En cualquier momento podrás ejercer tus derechos de acceso, rectificación, limitación y supresión de tus datos en ficcionromantica@gmail.com, así como el de presentar una reclamación ante una autoridad de control. Puedes consultar la información detallada en la política de privacidad del blog.
¡Atención! El spam no está permitido bajo ningún concepto. Si vienes de la iniciativa 'Seamos seguidores', recuerda que tienes una entrada bien bonita donde puedes anunciar que me sigues. Por cierto, solo con comentar en cualquiera de las entradas (recuerda hacerlo de manera coherente según sus contenidos) te aseguras de que yo me pase por tu blog, si puedo, para devolverte la visita. Recuerda que si no lo haces, no tengo forma de saber si me lees.