Esa
misma noche realizaba una segunda inspección a mi habitación cuando
alguien llamó a la puerta.
—Adelante.
Mi
cuerpo se quedó en el mismo sitio mientras mis ojos observaban de
nuevo la fotografía de Nise junto a su padre. Ambos se parecían
mucho, al menos en la actualidad él se parecía muchísimo a su
padre.
—¿Puedo
hablar contigo, hija?
Se
trataba de Ri, la abuela de Nise. La reconocí por esa voz temblorosa
que caracterizaba a la anciana. Me giré y la encontré encorvada
junto a la puerta. Aún no había visto al resto de la familia
menguar tal y como lo hacía Nise, pero quizá fuera mejor así.
—Claro,
siéntese —respondí.
Caminé
hasta la cama y me senté frente a ella.
—Confiaba
en que accedieras a ayudarnos, no solo a nosotros, sino a todo el
mundo que conforman los reinos. ¿Sabías que Bobb lleva observándote
para ellos
desde hace bastante tiempo? Él tenía la certeza de que aceptarías
la misión a pesar de nuestras dudas. Siempre confió en ti y seguirá
haciéndolo al menos hasta que se sienta defraudado contigo. Por eso
quería hablar contigo —Sonrió y tomó mis manos entre las suyas
temblorosas—, porque no me gustaría que mi nieto sufriera sin
necesidad. ¿Me entiendes?
—¿A
qué se refiere? —pregunté sin saber realmente a qué podía
referirse.
—A
que no le ilusiones vagamente. Sufre mucho cuando siente que le
traicionan.
Miré
a Ri con preocupación. ¿Por qué me decía todo aquello en ese
momento? ¿Qué pensaba que estaba haciendo con su nieto?
—Le
aseguro que no lo haré. Nise es muy importante para mí a pesar del
poco tiempo que lo conozco. No podría traicionarle ni aunque
quisiera. Además —Hice una pequeña pausa—, no me gustan las
traiciones.
—Eso
espero, hija —Dio varias palmadas sobre el dorso de mis manos y
luego se levantó—. No quiero que pienses que te odio o que no me
gustas como amiga para mi nieto. Al contrario, creo que eres una
buena persona y que harás bien tu trabajo... o lo que quiera que
tengas que hacer aquí. Cuida de mi nieto, ¿vale?
—Así
lo haré —Alcé la mirada para observarla un instante más y,
cuando nuestros ojos se encontraron, ella sonrió y me soltó.
—Buenas
noches.
Le
devolví los buenos deseos y esperé a que se marchara para suspirar.
No había sido fácil escucharla y contener la rabia. ¿Pensaba que
estaba ilusionando falsamente a Nise? ¿Que lo usaría para mis
propósitos malignos durante el viaje? ¡A saber qué pasaba
realmente por la cabeza de esa mujer! Tal vez había visto algo
extraño en su comportamiento y había decidido intervenir.
Me
tumbé sobre la cama y fijé mi mirada sobre un punto aleatorio del
techo. No podía dormir a pesar de que necesitaba estar despejada
para poder empezar el viaje con buen pie. Además, por alguna extraña
razón quería causarle más buena impresión a Nico, aunque no
hiciera falta.
—♦♦♦♦—
Por
la mañana me desperté en una posición bastante extraña. No
recordaba en qué momento me rendí al cansancio. Tres toques en la
puerta provocaron que mi cabeza girara hasta ella. En ese instante se
abrió y apareció Nise, que entró precipitado en la habitación
para cerrar la puerta a su espalda. Con la respiración agitada se
detuvo para mirarme con una sonrisa que, según pensé, evitaba
esbozar.
—¿Aún
estás así? —preguntó divertido.
—En
realidad no quedamos en una hora concreta, por lo que iba a tomármelo
con... —Entonces reaccioné— ¿Qué haces aquí, si se puede
saber?
Se
encogió de hombros antes de responder.
—Quería
comprobar que estabas despierta, nada más.
—Sí,
claro, y por eso has entrado corriendo como si te estuviera
persiguiendo una temible criatura.
—En
parte es así... Fidra no quiere que me vaya —Bajó la cabeza.
Me
incorporé sobre la cama y me senté, mirándole directa y fijamente.
Esperaba que, por casualidades de la vida, se diera cuenta de que le
estaba mirando y levantara así la cabeza. Pero no fue así y por eso
me levanté. Me acerqué a él con calma, pero sin pausa.
—Eh
—Con una mano en su mentón hice que poco a poco levantara su
mirada—, es normal que esté así. Eres su hermano y supongo que
entiende que corres peligro en esta misión. Todo es culpa mía, por
ser tan egoísta.
Nise
abrió los ojos sorprendido.
—¿Egoísta
por qué? —Yo solo sonreí, y él entendió a qué me refería—
¡Oh, venga! Si no lo hubieras propuesto tú, lo hubiera hecho yo.
¿Crees que después de traerte hasta aquí te iba a abandonar a tu
suerte?
—No
lo sé —susurré.
—Prefiero
eso a una afirmación rotunda —Fue todo lo que él dijo.
De
nuevo, como el día anterior, el silencio se apoderó del poco
espacio que había entre los dos. Los nervios podían conmigo y, por
si fuera poco, su mirada penetrante no ayudaba en absoluto a que me
tranquilizara. Aunque estaba segura de que no lo hacía a conciencia.
Aparté
la mano de su mentón y di dos pasos hacia atrás. Debido al pequeño
espacio entre la cama y la puerta, pronto advertí la presencia del
mueble tras de mí. Giré la cabeza para observarla y después volví
a dirigir mis ojos hacia los de Nise.
¿Cómo
podía parecerme tan atractivo en aquella forma?
—Será
mejor que deje que te cambies tranquilamente para que podamos salir
cuanto antes. No quiero que Nico
—Noté cierto cambio en su voz cuando pronunció ese nombre— se
impaciente si no llegamos a tiempo.
Dio
media vuelta, abrió la puerta y volvió a dejarme sola. Cerré la
puerta y me apoyé contra ella con los sentimientos a flor de piel.
No sabía exactamente qué me pasaba, pero debía olvidarlo si quería
llevar a cabo mi misión como todos esperaban que lo hiciera.
«Es
muy fácil decirlo —me dije a mí misma—, pero no tanto hacerlo».
Decidí
ponerme de nuevo aquel vestido. Era tan resistente, o más, que la
ropa con la que había llegado a aquel reino. Además, me gustaba su
tacto suave, aquellas ondulaciones de las hojas y el hecho de que no
fuera tan corto ni tan largo. El largo de por encima de la rodilla
era perfecto para mí y para los que me acompañasen. Hasta ese
momento no pensé en lo peligroso que sería ir vestida así con dos
hombres.
Eso
sí, sabía que Nise no actuaría en contra de mi voluntad. Ni
siquiera sabía si sentía algo por mí o...
«¡Basta!
—interrumpí el hilo de mis pensamientos— ¿Qué hago pensando en
eso?»
Terminé
de vestirme y salí de la habitación decidida a salir por fin del
hogar que me había acogido en tan poco tiempo. Y sin conocerme, lo
que ayudaba a que apreciara aún más el gesto.
—¡Davina!
—La pequeña Fidra se acercó a mí con lágrimas en los ojos—
¿Por qué se tiene que ir mi hermano Bobb? ¿No puedes pedirle que
se quede? ¡Anda, anda! Y sino, deja que os acompañe. ¡Por favor!
Tardé
en reaccionar, pero su abrazo urgente apremió a que dijera algo
pronto.
—Yo...
—Ella me miró con los ojos aún llorosos—. No puedo. Los reyes
han accedido a que me acompañe, la decisión está tomada. Pero —me
agaché para quedar un poco más a su altura, pues era mucho más
baja que yo— te prometo que regresará sano y salvo.
Mi
sonrisa provocó que ella también sonriera y me abrazara por
sorpresa. Debido a eso ambas terminamos en el suelo riéndome como,
en mi opinión, no lo había hecho nunca. Ambas nos incorporamos,
sentándonos en el suelo, y observé que Nise nos miraba con atención
aguantando la risa.
—¡Venga!
Ríete si quieres, así te unes —le animé.
Y
surtió efecto, pues con la primera gran carcajada le siguieron otras
aún más sonoras.
Cuando
nos tranquilizamos todos un poco, él se acercó a mí y me ayudó a
levantarme. Lo mismo hizo con su hermana pequeña, quien se abalanzó
para abrazarle también.
—No
quiero que te vayas, hermano. ¡No quiero!
—Sé
fuerte, Fidra. Necesito que te ocupes de la casa en mi ausencia,
¿vale? Ayuda a mamá, a la abuela y a la tía en sus quehaceres. Y
no hagas rabiar a Boggo, ¿vale?
Ella
movió la cabeza para expresar su conformidad y se apartó de su
hermano. Entonces, Nise y yo nos miramos y, con un hasta
pronto
como despedida, nos fuimos de allí.
Por
el camino hacia los terrenos del castillo, ambos permanecimos en
silencio hasta que él se detuvo y lo rompió.
—Pase
lo que pase... Óyeme bien, Davina. Pase lo que pase, no dejes que te
manipule.
—¿Quién?
—pregunté, confundida.
—Nico.
¿Quién va a ser sino? No dejes que te confundan sus palabras. Es
bastante poderoso y...
—Ya
basta ¿no? No me interesa que me manipule y, de hecho, estoy aquí
para cumplir una misión, no para dejarme llevar como la adolescente
que soy.
Porque
habría sido muy hipócrita por mi parte si hubiera dicho alguna
mentira relacionada con mi edad. Yo era una adolescente y, como tal,
reconocía que a veces me dejaba llevar. Lo había hecho en muchas
ocasiones desde que estaba en aquel mundo paralelo ¿no?
—Tú
solo hazme caso, ¿vale? —insistió Nise— No quisiera que ese...
chico te hiciera daño. No te lo mereces.
—Está
bien, está bien. Pero déjalo ya o me amargarás el viaje hasta el
Reino Polar.
Mis
palabras fueron más duras de lo que pretendía en un principio, y lo
noté por la forma en la que me miró. Volvió a emprender la marcha
sin esperar a que yo le acompañara y, cuando reaccioné, tuve que
correr para ponerme a su altura. Mientras caminaba a su lado pensé
en sus palabras. ¿Por qué habría dicho eso sobre Nico?
—Por
favor, no vayas a decir nada a Nico de lo que te dije antes... —dijo
Nise antes de que nos encontráramos con el paje.
—No
lo haré —asentí— con la condición de que no vuelvas a
comportarte... así. ¡Pareces más pequeño que yo!
—Eso
me recuerda que no conoces mucho sobre mí —Sacó la lengua como si
quisiera burlarse de mí antes de que aumentara la velocidad de su
paso.
Dejé
que fuera delante mía para poder tener tiempo de pensar un poco más.
No entendía por qué había cambiado su actitud conmigo ni el motivo
que escondían sus misteriosas palabras. ¿Qué tendría que ver Nico
con él? Tenía la certeza de que era una buena persona, pero ¿y si
todo había sido una vil mentira para ocultar otros hechos más
oscuros?
Sacudí
la cabeza e intenté mantener una expresión neutra que no delatara
mis pensamientos ante el paje de Baltasar.
—Me
alegra volver a verte —dijo Nico cuando llegué al fin hasta él.
Volvió
a tomar mi mano para besarla como todo un caballero. No sabía qué
pensar realmente de él.
—¿Por
dónde debemos ir hasta el Oráculo? —pregunté, evadiendo su
halago.
—Pues...
—Empezó a decir, pero Nise le interrumpió.
—Para
ir al Reino Polar tenemos que cruzar de nuevo el bosque que te trajo
aquí.
Observé
a Nise, que tenía su mirada clavada en mí. Aquello me desconcertó
por completo, a la vez que pensaba en la posibilidad de no tener un
buen viaje inicial.
—Entonces
no esperemos más y avancemos —Esperé que de nuevo me guiara hasta
allí.
Y
pareció que ambos se peleaban por captar mi atención. ¡No entendía
nada! Era como la cruenta batalla de dos pretendientes por una
princesa indecisa, solo que entre ellos no corría la sangre... por
el momento. Y yo tampoco era una princesa.
—¡Basta
ya! ¿Por qué no os turnáis? Por ejemplo, Nise podría guiarnos
hasta la linde del bosque y tú hasta el Reino Polar o... sus
inmediaciones —propuse antes de que llegaran a las manos.
—¿Y
por qué no al revés? —quiso saber Nico.
—¿Es
que no sabes dónde se encuentra el Reino Polar...? —Antes de que
pudiera decir algo hiriente, negué con la cabeza en dirección a
Nise. No quería que volviera a comenzar la absurda pelea entre
ambos.
—No
es eso... —Intentó defenderse el paje.
—Pues
ya está, se hará como he dicho. ¿Entendido? —Alcé una ceja— Y
basta ya de peleas.
Crucé
los brazos sobre mi pecho y emprendí el camino delante de los dos.
No sabía realmente hacia dónde me dirigía, pero de haber tomado la
dirección equivocada sabía que al menos Nise me lo diría. Al poco
rato lo tuve a mi lado y me susurró:
—Gracias.
—No
hay por qué darlas. Solo te he salvado de una muerte absurda en
manos de un chico que dudo que sepa matar a una mosca.
—No
sabes lo que estás diciendo... —Empezó a decir Nise, pero se
calló cuando vio que tenía mis ojos sobre él— Bueno, bueno, no
me pegues... —Y soltó una carcajada sonora que me hizo reír.
—¿De
qué habláis, par de tortolitos?
Ambos
nos giramos hacia Nico, que había permanecido durante todo el trecho
detrás de nosotros.
—¿Pero
qué dices? —pregunté yo, restándole importancia al asunto.
Pero
la verdad era que mi corazón se sobresaltó pensando en la pequeña
y remota posibilidad de que Nise y yo pudiéramos ser pareja. ¿Qué
me pasaba últimamente?
—No
somos pareja, ni tortolitos, ni nada. ¿Entiendes? —agregué
mirando a ambos. Nise parecía sonrojado, aunque no podía asegurarlo
al cien por cien. Su piel verdosa predominaba más— Además, no te
importa lo que hablemos.
—Vale,
vale —Se rindió Nico—. Cambio de tema. Nunca te había visto
así, Bobb. De hecho, me costó reconocerte antes. De no ser por
Davina, que te acompañaba, hubiera pensado que eras un intruso...
Tuve
que sostener a Nise para que no se abalanzara sobre él. No conocía
aquel aspecto de él, ni siquiera me lo habría podido imaginar.
—Tranquilo,
Nise —le dije al oído—. A mí me gustas de las dos formas.
—Por
desgracia para mí, pronto tendré que menguar mi tamaño —respondió
en mi oído.
—Algún
día me tendrás que contar algo más sobre ti... —Separé mi
cuerpo del de Nise y miré a Nico con seriedad— Avancemos, no
tenemos todo el día.
Ni
siquiera creía que pudiera perder mucho tiempo si la misión era tan
importante.
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