Cómo escribir literatura fantástica sin usar personajes fantásticos

25.4.23


Sí, sé que dije que retomaría el blog a mi ritmo y sí, sé que no he publicado nada desde febrero, pero eso ha sido porque no he podido. El hecho de estar en mi último año de la universidad (o al menos intentar que así sea) está complicando las cosas por los exámenes, estudio y el desarrollo de mi TFG.
 
En marzo tuve la intención de publicar varias entradas especiales por el día de la mujer, pero al quedar en nada las voy a repartir en los próximos meses para que no te pierdas algunas de ellas que me parecen muy interesantes y bonitas. Ojalá lo consiga.

Sin embargo, esta entrada es para darle voz a una compañera de letras que acaba de publicar su libro: Portadora de magia (disponible también en Amazon, El Corte Inglés y Casa del Libro). Nos va a hablar sobre la literatura fantástica sin usar personajes fantásticos. ¿Te interesa el tema? Entonces sigue leyendo...

 
 
 
¡Hola a todos!

Rocío me ha prestado este espacio para que hable de un tema totalmente a mi elección relacionado con la literatura. Me siento muy afortunada por ello, porque como podéis ver, está retomando su blog y ser una de las primeras personas a las que le dedica un espacio es algo de agradecer.
 
He decidido hablar de uno de los tópicos más extendidos dentro de la literatura fantástica, tanto que pocos son los libros que no lo tienen y que, en mi humilde opinión, es ya excesivo y cansa. Todo es bueno en su justa medida, pero echo de menos los libros que se diferencien en este aspecto de los demás.

¿De qué estoy hablando? De los personajes superiores, ya sea porque tienen superpoderes, cualidades especiales o porque, simplemente, se encuentran por encima del resto de los mortales.
 
Cuando empecé a escribir El deshonor de la verdad, la saga de libros que estoy publicando en estos momentos (pausa para publicidad) lo que buscaba era huir de todos los tópicos que a mi, como lectora, me cansaban dentro de la literatura fantástica. Este es uno de ellos.
 
El primer problema que como escritora plantean los personajes superiores, es que deberán tener un enemigo equivalente. Si no, difícilmente se podrá justificar que una persona con cualidades divinas no sea capaz de resolver sus problemas, sean cuales sean. Rápidamente se entra en un ciclo de escalada en el que la violencia entre los buenos y malos aumenta y aumenta, con nuevos ataques, nuevas formas de hacerse daño, pero en el que normalmente, ninguna de las partes gana o pierde.

Esto, consecuentemente, crea personajes a los que consideraremos buenos, que normalmente son los que se defienden de los ataques de los malos. Nos posiciona en un bando de la lectura, y soy de las que creen que las personas no son puramente buenas o malas, por lo que me choca verlo tanto en literatura. Cuando leo un personaje gris, que toma decisiones peores o mejores sin tener que posicionarlo como héroe o villano, suelo enamorarme de él en pocas páginas.

Lo cual me lleva a otro topicazo que, por favor, necesito dejar de encontrármelo cuando leo. Es el del personaje jovencísimo (niños en muchos casos) que descubren que tienen un poder único necesario e imprescindible para salvar el mundo de un villano que ansía destruirlo, muchas veces, porque sí.

Por suerte, la literatura fantástica ha evolucionado mucho en los últimos años, así que dejor esta pequeña reflexión del día para escritores: dejad de usar a niños (huérfanos en la mayoría de los casos), con un pasado traumático horroroso para obligarles a salvar el mundo con sus superpoderes antes de que hayan empezado a vivir.

Propongo una alternativa a mi queja anterior. Es justo que si me quejo de algo, o alguna cosa no me gusta, lo que debo hacer es cambiarla o mejorarla, dentro de mis posibilidades. Por eso en mis libros, no encontraréis niños recorriendo el tradicional camino del héroe. Así como tampoco hay huérfanos traumatizados que viven solos casi desde que les cortaron el cordón umbilical.

Animo a mis otros compañeros escritores a crear personajes que tomen decisiones acordes a su edad, que tengan modelos familiares más diversos, más allá del simple mentor o maestro y de la orfandad. Dejadles crecer, formarse, estudiar, vivir. Cuando se crea un personaje que ronda los treinta años, la trama puede plantearle problemas complejos a los que puede hacer frente sin necesidad de que demos superpoderes. Simplemente porque ya tiene una edad adulta y unas nociones suficientes para enfrentarse al mal.

Además, crear personajes así, más llanos y normalizados, ayuda al lector a empatizar con ellos, porque los vemos como iguales. Obviamente esto es mi humilde opinión y entiendo que no todo el mundo tiene porqué pensar así. Pero, por favor, amigos de la escritura, diversifiquemos más los personajes, normalicemos que haya protagonistas con diferentes tipos de familias, con diferentes rangos de edad, con poderes… o sin ellos.

Curiosamente, se puede escribir literatura fantástica sin personajes fantásticos.




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