Espero que tengáis una buena tarde. El relato que leeréis a continuación debería haber sido publicado en enero, pero por una serie de motivos que no vienen mucho al caso no pude dedicarle todo el tiempo que quise y, por eso, hasta ahora no he podido traerlo. ¡Espero que me perdonéis! Antes de leerlo, me gustaría comentaros un poco de qué va el reto en el que participa.
Plot a twist! es un reto ideado por el blog Eleazar writes, que consiste en escribir cada mes un texto (sea microrrelato, relato largo, novela corta o lo que seáis capaces de escribir en un mes) con un elemento perteneciente al bloque de inspiración que nos proporcionará cada mes. El reto durará seis meses, por lo que al final del reto tendremos escritos seis textos. No es obligatorio publicarlo en ninguna parte, pero como bien dice en su entrada, es más divertido si se hace así para poder disfrutar todos de los relatos. No hay fecha límite para apuntarse, por lo que si no llegáis a apuntaros este mes, podréis hacerlo cuando podáis.
No me enrollo más. A continuación, os presento mi relato. En mi caso elegí el vídeo porque lo demás no me inspiraba.
El siguiente relato contiene escenas de erotismo.
En
el mundo oculto de Floresty, las mujeres eran entrenadas para matar.
Pero no eran unas asesinas comunes, no. Estaban educadas de tal
forma, que con un simple acto eran capaces de dejar sin vida a
cualquier hombre con el que estuvieran. También habían sido
concienciadas para tomar medidas preventivas: el embarazo no estaba
contemplado para ellas, ni siquiera el amor existente entre un hombre
y una mujer. No sabían que ese sentimiento existía ni el increíble
poder que podría llegar a tener.
Coral
no conoció a su familia biológica, pues sus padres la vendieron al
nacer por falta de dinero y comida con la que alimentar al resto de
sus hermanos. Fue una niña no deseada entre los suyos y, por eso,
pasó a formar parte de la Hermandad. Al menos sus hermanas sí que
sentían aprecio por ella. No tenían una idea clara sobre las
emociones, pero las sacerdotisas habían mantenido la premisa de que
debían respetarse entre ellas y no traicionarse jamás.
La
traición era lo menos tolerable por las sacerdotisas y, en
consecuencia, para las hermanas.
Sin
embargo, Coral era una hermana rebelde, o quizá fuera la edad, que
le inducía a serlo. No acataba las órdenes ni se dejaba doblegar
cuando la castigaban sin comida durante días. Hacía muchos años ya
que no aplicaban la tortura física como castigo, pues necesitaban la
belleza para poder cautivar a sus víctimas, por ese motivo la joven
Coral no era castigada con la peor de las torturas habidas y por
haber.
Sin
embargo, la peor de ellas –sin considerarse como tal–, era el
momento en el que todas las muchachas, al cumplir los dieciséis
años, eran entregadas a desconocidos exclusivos que se encargaban de
quitarles lo más preciado: su inocencia. El momento en el que
a Coral se la despojaron, fue bastante doloroso y destructivo para
ella. Después de que aquel hombre la manoseara y la besuqueara por
todas partes, lo que menos deseaba era rebelarse contra nadie. Su
espíritu libre, de repente, se vio enjaulado de la peor de las
maneras y no hubo forma de recuperar a la dulce y rebelde Coral. Se
convirtió en una mujer sin escrúpulos, en una femme fatale
de los pies a la cabeza.
El
orgullo de la hermandad.
Sin
embargo, todas las noches, en la soledad de su habitación, lloraba
como nunca antes lo había hecho. Porque en ningún instante de su
vida había encontrado un motivo por el que hacerlo. Y hasta los
veintiún años permaneció llorando todas las noches en la
oscuridad, hasta el mismo momento en que se dio cuenta de que ya no
albergaba más lágrimas que derramar.
***
—Esta
es tu noche, Coral. La noche del estreno más esperado de todos los
tiempos. Vas a poder convertirte en toda una femme fatale,
querida nuestra —dijo una de las sacerdotisas, la más humana de
todas, que se encontraba frente a ella con la cara oculta bajo la
tela de su túnica—. Y si todo sale bien, pronto podrás optar a
formar parte del Círculo de las Sacerdotisas.
Coral
tenía la mirada puesta en un punto fijo de su habitación. No sintió
nada con aquella nueva oportunidad que se le presentaba. Ni emoción,
ni alegría ni miedo por lo que pudiera suceder en su futuro. Solo
tenía una cosa en la cabeza: acabar con su víctima tal y como se
esperaba de ella. Apretó los puños como única respuesta a toda la
verborrea de la sacerdotisa. La anciana, pero rejuvenecida mujer, se
marchó del lugar tras ver ese gesto en Coral.
No
le hacía falta escucharla para saber que se enfrentaría a su
destino.
Cuando
la puerta se cerró, Coral permaneció durante unos segundos en la
misma posición. Sus pensamientos empezaron a perderse muy lejos del
lugar donde se encontraba, incluso más allá del pueblo donde se
establecía la Hermandad. La libertad parecía tan lejana para
ella...
Caminó
hasta el armario de su habitación y miró con atención la ropa que
había guardada. Los restos de su niñez y de la inocencia perdida
aún continuaban allí, como si con eso bastara para recuperar la
ilusión y la libertad que había albergado en su alma. Tomó con
delicadeza el vestido que las sacerdotisas habían dispuesto para su
estreno como mujer fatal y lo colocó sobre la cama. Acarició la
tela sin prisas, disfrutando del tacto que la seda le proporcionaba,
mientras pensaba cómo llevar a cabo su tarea de la mejor forma
posible.
La
única vez que estuvo con un hombre ayudó a la tarea de odiarlos y
de querer venganza.
Tras
arreglarse se miró en el espejo de cuerpo entero, quedando
maravillada con su propio reflejo. Con aquel vestido, peinada y bien
maquillada, veía todo desde una perspectiva diferente. Creía ser
capaz de llevar a cabo su cometido sin que las dudas la asaltaran en
mitad del proceso.
Creía
estar preparada para lo que iba a suceder.
***
El
lugar de encuentro sería la única taberna que había en el pueblo.
Un lugar lúgubre y lleno de borrachos que se peleaban siempre que
tenían oportunidad. Coral no tenía miedo de lo que pudiera ocurrir
en un lugar como aquel, pues estaba dispuesta a llevar a cabo su
cometido sin importar a quien se llevara por delante. Incluso si
tenía que acabar con todos los hombres que se atrevieran a mirarla
de manera lasciva.
El
nombre del desafortunado era Tom. Lo reconoció en cuanto entró en
el local. Todo su cuerpo la buscaba, temblando y mirando hacia todas
partes. No era difícil hallarla, pues Coral era la única mujer que
se había atrevido a entrar allí. Sus miradas chocaron y el ambiente
pareció ralentizarse para dejar paso a las acciones de ambos. Tom
retiró su mirada cristalina de aquellos zafiros verdes que le
observaban y decidió avanzar para sentarse en uno de los taburetes
de la barra. El tabernero le miró sin sonreír mientras limpiaba uno
de los vasos, esperando a que indicara lo que iba a tomar.
Pero
ella se adelantó.
—Un
whisky del mejor que tengas. Lo mismo para él.
Tom
la miró sorprendido. Alzó una ceja sin decir nada y luego sus ojos
volvieron a fijarse en el hombre que había tras la barra. Asintió y
fue entonces cuando empezó a servir los tragos. No tardó mucho en
colocar los dos vasos sobre la superficie. Coral tomó entre sus
manos el que tenía ante ella observando todas sus imperfecciones,
mientras que Tom se dedicó a beber el contenido de un trago.
Estaba
preparada para llevar a cabo su tarea, pero no sabía cómo proceder.
¿Debía ser directa? ¡Había olvidado gran parte de sus lecciones!
Sus dedos tamborilearon sobre la mesa y sus ojos miraron a todas
partes, como si buscara respuesta a sus dudas en aquel lugar
maloliente. Pero no estaba en ninguna de las cuatro paredes que los
rodeaban, ni en el tabernero, ni siquiera en los borrachos que
compartían anécdotas imposibles de creer.
—¿Qué
hace una mujer tan hermosa como tú en un lugar como este?
Coral
sonrió para sus adentros.
—Te
estaba esperando —respondió tras girar la cabeza hacia él y
sonreír.
—No
te conozco de nada...
—No
hace falta —se limitó a decir ella.
Sus
miradas volvieron a encontrarse; saltaban chispas a su alrededor y el
mundo parecía girar en torno a los dos. El momento perfecto para su
mirada pícara y aquella proposición indecente que, sin pensar,
salió de sus labios.
—Vamos
a un lugar donde podamos estar solos —susurró.
Tom
quiso replicar, pero ella no le dejó tomándole de la mano y, tras
dejar la propina correspondiente a ambas bebidas, lo arrastró al
exterior. Su mente trabajó rápido en busca de un buen lugar en el
que poder realizar su trabajo.
—Vivo
a dos calles de aquí, si quieres, allí estaríamos más cómodos
—La sorprendió él con su propuesta.
Coral
solo asintió, dedicándole una sonrisa, y dejó que la guiara hacia
el lugar. No había nadie por las calles y la noche empezaba a ser
testigo de la travesura que iban a realizar. Tom se detuvo ante una
puerta y, con las manos temblorosas, buscó las llaves. Coral
aprovechó para pensar bien en lo que iba a hacer, pues sabía que no
sería fácil. Era la primera vez que se enfrentaría a sus miedos, a
sus debilidades y, también, a su gran fortaleza. Se había preparado
durante tanto tiempo para la venganza que la lección estaba ya más
que aprendida. Sin embargo, tenía dudas. Muchas. ¿Y si no actuaba
como debía? ¿Y si se dejaba llevar demasiado y las cosas salían
mal para ella?
—Acabo
de darme cuenta de que ni siquiera sé tu nombre.
Ella
despertó del pequeño trance en el que sus propios pensamientos la
habían introducido y le miró.
—Mi
nombre no importa y, en caso de que al final de la noche sintieras de
nuevo curiosidad por conocerlo, yo misma te lo diré. Solo en el caso
de que disfrutes de esta noche como nunca.
Tom
sonrió y la invitó a pasar cortésmente. Una vez estuvo ella
dentro, él hizo lo mismo y cerró la puerta. Coral quedó embelesada
ante la sencillez de su hogar. Comparado con la majestuosidad del
lugar donde vivía, aquello parecía incluso acogedor. Una sensación
extraña, que nunca había experimentado, la embargó por completo.
Estremeció cada parte de su cuerpo y a partir de ahí no supo cómo
continuar.
Al
menos hasta que él se lanzó hacia sus labios sin previo aviso, sin
que ella pudiera tomar conciencia de que tenía que pasar algo que
ella misma no quería que pasara. No después de comprobar las
circunstancias que rodeaban al hombre con el que estaba. ¿Qué
pasaría si se dejara llevar? ¿Si decidiera no cobrar su venganza
con él? Hasta el momento su actitud distaba mucho de la del hombre
que arrebató su inocencia. ¿Estaría bien darle una oportunidad?
¿Qué le diría a las sacerdotisas si decidía dejarle con vida? El
muchacho notó que algo no iba bien cuando advirtió bajo sus dedos
el cuerpo rígido de Coral.
—¿Ocurre
algo? —preguntó, entre desconcertado y preocupado.
Ella
le miró con intensidad y, obviando su interrogante, volvió a
acercarlo para besar esos labios que la volvían loca. Entonces Tom
comprendió que esas preguntas estaban fuera de lugar y que lo
importante era consumar lo que tanto deseaban. Aunque ninguno de los
dos supiera gran cosa sobre el otro.
Pero
él la conocía más de lo que creía.
La
condujo hacia la cama y con sumo cuidado la depositó sobre la tosca
tela con la que él solía cubrirse durante el invierno. No podía
decirse que fuera pobre, pero el poco dinero que ganaba en la fábrica
no le permitía comprar demasiados artículos de calidad. Por eso, lo
que tuviera que ver con la cama no lo consideraba prioritario.
¡Tampoco había pensado que una mujer que no fuera su hermana
entraría en su hogar!
Sus
ojos recorrieron el rostro de la joven con curiosidad y un poco de
inocencia.
—Hazme
tuya. Sin miedos ni inseguridades —dijo ella con un hilo de voz.
Estaba
más nerviosa de lo que quería reconocer. Al igual que él, pues
ambos se enfrentaban a una primera vez que prometía ser digna.
Porque en el caso de Coral, lo sucedido años atrás no podía ser
considerado como una iniciación correcta.
Volvieron
a besarse apasionada y desesperadamente, como si nunca antes lo
hubieran hecho. Tom empezó a acariciar torpemente el delicado cuerpo
de Coral, que entre suspiros seguía pensando qué hacer con su
misión. Si volvía, mentía y la descubrían, podría ser vetada de
por vida, repudiada y quién sabe qué más. En cambio, si continuaba
adelante podría ascender a los altos mandos de la Hermandad,
asegurando así su futuro.
¿Quería
formar parte de una organización que trataba así a sus
subordinadas?
Trató
de contener la rabia que sentía, pero fue inútil. Sus caricias se
tornaron más salvajes y sus besos más fogosos. Atrapó entre sus
brazos al hombre y lo dejó bajo su cuerpo. Le quitó la ropa con las
manos temblando y el cerebro atorado con demasiada información para
procesar. Y precisamente no era un buen momento para hacerlo. Después
no dejó que él se esforzara en quitarle la ropa, pues ella lo hizo
con rapidez. Tom quedó maravillado con la visión de su torso
desnudo y, sin que ella pudiera verlo venir, elevó la parte superior
de su cuerpo para dedicarle su atención a los pechos de la joven.
Succionó y lamió, deleitándose con los gemidos que despertaba en
ella. Acarició su espalda de forma delicada, mientras ella se
aferraba con fuerza a los mechones castaños de su amante.
Estaba
delirando de placer, algo que ni en sus mejores sueños habría
esperado experimentar.
Él
apartó su mirada de la piel de Coral para centrarla en el bello
rostro de quien le acompañaba. Ella entonces aprovechó para
tumbarlo de nuevo sobre la cama, quería proporcionarle el placer que
él le había dado con su lengua. Tomó el miembro viril con
sus dos manos, no sin antes sorprenderse por tal descubrimiento. Era
la primera vez que veía uno por propia voluntad y no le desagradó
tanto como imaginó. Acarició de arriba a abajo sin dejar de mirar
los ojos claros de Tom. Poco a poco fue aumentando la intensidad e
intuyó que eso le gustaba, pues sus gemidos se volvieron más
constantes. Sin embargo, no fue hasta que sus labios tocaron esa piel
que él gruñó por el placer que le causaba.
—Detente,
por favor —suplicó.
Si
no lo hacía, eyacularía en su boca, y no era algo que deseara en
ese momento. Quería disfrutar de ella, de su cuerpo y de todo lo que
conllevaba aquel encuentro. Coral detuvo sus movimientos y antes de
que pudiera pensar en el siguiente movimiento, él volvió a
colocarla bajo su cuerpo. Admiraba aquella belleza casi divina y por
un momento pensó que estaba profanando el hermoso cuerpo de una
joven que quizá no lo mereciera.
Pero
había sido ella quien se había insinuado.
¿Por
qué pensaba tanto en ella y en su bienestar si apenas creía
conocerla?
Llenó
de besos su piel en un intento por olvidar esos pensamientos que
empezaban a atormentarle. Y prefirió hacerlo porque la chica de ojos
verdes le tenía cautivado por completo.
—Hazlo
ya.
Su
petición pilló desprevenido al joven, que sin dudarlo se posicionó
entre sus piernas y se adentró poco a poco en su interior. Lo sintió
cálido y húmedo, todo un sueño para él. Bajó el rostro para
besarla y advirtió que su actitud con él había cambiado. Se
mostraba más dulce, más cariñosa y entonces un recuerdo fugaz
atravesó su mente. No fue capaz de retenerlo durante más de un
segundo, pues la voz de Coral volvió a hipnotizarlo.
—Más
rápido, por favor.
Sus
manos descansaban sobre su nuca, invitándole de vez en cuando a
explorar su piel con cada uno de los sentidos. Por su parte, él
sintió que se perdía con las palabras de la muchacha. Incrementó
el ritmo de sus embestidas, manteniendo su docilidad a la hora de
acariciar su figura. Coral se aferró a los hombros de Tom con
fuerza, mientras que sus piernas rodearon su cintura para sentirlo
aún más unido a ella. Era una delicia que quería seguir
disfrutando aunque todo estuviera en contra.
Le
pareció ver cómo una de las sacerdotisas se adentraba en la casa e
invadía la privacidad de ambos. Aquella alucinación le produjo
malestar, pero no por ello dejó de disfrutar de aquellas caricias
que la llevaban a la locura.
Con
un movimiento rápido volvió a situarse sobre él, moviendo las
caderas en busca de un placer aún mayor. Revolvió su cabello con
las manos, viendo cómo Tom pasaba la lengua por sus labios en un
gesto que la extasió.
Y
aunque hubiera querido evitarlo, su destino estaba escrito.
Se
inclinó para besarle con pasión mientras, con una mano, buscaba
entre la ropa que había quedado sobre la cama el puñal que había
traído consigo. Al alcanzarlo abrió los ojos y, tras susurrar que
le perdonara, con un movimiento certero se lo clavó en el pecho.
Tom
vio la vida pasar ante sus ojos y se dio cuenta del gran error que
había cometido.
—Lo
siento, her-hermana...
Sus
ojos suplicaban clemencia antes de expirar.
¿Qué
he hecho?
Sé que quedaron muchas incógnitas sin responder, pero esto no es más que un aperitivo del mundo que pienso crear...
Espero que os haya gustado (también siento haberos dejado así, pero ya sabéis cómo soy jajaja).
6 opiniones
por las chanclas de mi abuela! en serio lo dejaste en la mejor parteeeeee o.o me muero!!!!
ResponderEliminarJajajaja ¡sorry! Suelo ser así de mala, pero eso solo sucede cuando tengo pensado, de alguna forma, continuar con la trama. ¡Gracias por pasarte! Espero que te haya gustado ^^
EliminarSaludos <3
¡Oh my godneess! No sé que pensar... me has dejado con ganas de más. Me ha gustado mucho, mucho, mucho... ¡estoy ansiosa! Que bueno <3
ResponderEliminarNos seguimos leyendo
:D
¡Guau! Me alegra que te haya gustado ¡gracias! *-*
EliminarSeguramente tendrá "continuación" así que no te preocupes porque lo anunciaré por aquí cuando esté lista ;)
Saludos.
¿Hermana? ¿Era su hermana, la habían dado en adopción de esa familia o algo así? OMG, qué mala suerte.
ResponderEliminarMuy bueno, se ve más que interesante. Los valores de un mercenario entrenado pueden ser distintos, y si la organización toma a sus subordinados desde pequeños aún más. Muy bien pensado ese detalle. Me encantó, espero ver más de esta historia.
¡Saludos!
A Coral la vendieron cuando era pequeña, por lo que durante los años que pasó dentro de la Hermandad, esos recuerdos fueron quedando en el olvido o en algún lugar recóndito de su memoria. La entrenaron para matar a sus objetivos y, aunque pareciera que iba a cambiar de opinión, su destino estaba escrito mucho antes de conocer a Tom. Y él... bueno, hubo algo en ella que asaltó su mente en varias ocasiones, pero no fue sino hasta que estuvo a punto de morir que se dio cuenta de todo.
EliminarSeguramente después de mis vacaciones traiga algo más, es un tema que da para mucho y ya tengo la idea bien pensada (solo me queda desarrollarla más jeje).
Saludos <3
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